martes, 9 de abril de 2024

¿Como ayudar a una persona durante un proceso de sanidad?


Este escrito tiene el objetivo de dar un poco de luz para aquellos que tenemos la intención y el corazón de ayudar a quienes hoy están pasando por un proceso de sanidad interior. Por lo tanto, trataré de ser práctico y conciso, de modo que no haya lugar a ambigüedad.

Cabe resaltar que lo que a continuación escribiré es el resultado de la observación personal, viviendo procesos propios y de personas allegadas. Por lo tanto, no debe considerarse como un absoluto, aunque esté relacionado con conceptos de la psicología, pero sobre todo, busca estar apegado a los principios bíblicos que rigen mi vida. Sin más, comencemos.

Para iniciar, debemos entender a qué nos referimos con "vivir un proceso de sanidad". Si somos claros, cada uno de nosotros vivimos procesos casi a diario y por diversos motivos. Siempre nos están pasando cosas, siempre hay tormentas, siempre hay objetivos que alcanzar, pruebas que superar; por lo tanto, ni tú ni yo estamos o estaremos exentos de cruzar por algo así. Y definamos que un proceso se refiere a la secuencia de actos o hechos sucesivos que logran un objetivo. Es la serie de pasos a vivir para alcanzar una meta.

Cada proceso es distinto, tan distinto como somos cada persona. Cada proceso tiene un tiempo para suceder, un tiempo para vivirse y un tiempo para concluirse. No hay edad ni ningún tipo de condición que determine el tiempo del proceso. Algunos aprenden y viven un proceso de sanidad sobre alguna situación siendo adolescentes, otros siendo adultos, e incluso un mismo proceso podría vivirlo un anciano. Algunos duran días o semanas, otros son años y lamentablemente, para algunos, duran toda la vida.

Ningún proceso es idéntico, por lo tanto, no debemos trabajar con absolutos, es decir, usar términos como "Siempre esto, siempre aquello" o bien "Nunca esto, nunca aquello". Nada debe ser absoluto, no son matemáticas, es el alma.

En un proceso, los resultados no siempre son los que esperamos, pero siempre arrojará resultados, algunos mejores de los que se podrían esperar y otros que nos lleven a un nuevo proceso.

Ante todo esto, es necesario saber que la voluntad de Dios para nuestra vida es que vivamos bien. Nadie sufre más con nuestros procesos que el mismo Padre Celestial, por eso fue intencional en darnos las instrucciones para vivir bien. Me refiero a la palabra de Dios representada en la Biblia y el modelo de Jesús durante su paso sobre esta tierra.

Sin duda, los procesos nos afectan a todos. Es decir, un miembro de una familia atravesando un momento difícil afecta directa o indirectamente a su contexto, por eso es casi imposible vivir un proceso en soledad.

Entonces, ¿cómo ayudo a mi ser querido a sanar?

1. Reconoce y respeta. Una vez que te hayas dado cuenta de que tu hijo, hija, amigo, cónyuge, padre o cualquier figura está pasando por una etapa difícil, respeta y no te metas, salvo que soliciten tu ayuda.

2. Brinda apoyo indirecto. La oración eficaz del justo puede mucho. Ora por la persona con entendimiento de la palabra de Dios, poniendo en común con el Padre tus inquietudes con respecto a lo que se está viviendo. Será necesario intervenir a favor de la persona con fundamento en la palabra. Pidiendo que reconozca y viva la identidad que Dios le ha dado, pues la falta de identidad provoca la mayoría de las crisis en las personas.

3. Genera un ambiente de comunicación y confianza. Debemos entender que una persona en medio de una crisis está en una montaña rusa de emociones. Un día se sentirá capaz de conquistar el mundo y súper feliz, y otro día creerá que es un bicho miserable que debe morir. Otro día estará muy molesto sin razón o muy feliz y optimista. Hay una fiesta de emociones dentro que lo único que podemos hacer es ser tolerantes. La comunicación clara siempre será una herramienta que construye puentes. Si no sabemos cómo comunicarnos, dejaremos de tener vínculos con las personas y todo se volverá más complejo. A nosotros, los externos al proceso, nos toca crear ambientes sanos donde la persona, en determinado momento, decida abrir su corazón. Nadie va a querer hablar de lo que pasa dentro de sí, donde solo hay reclamos, reproches, se usan los absolutos siempre y nunca, donde hay exigencias desesperadas, impaciencia e incomprensión. Aquí se aplica la regla de oro que enseñó Jesús: Haz con ellos lo que te gustaría que hicieran contigo.

4. No te desesperes. Al comienzo decía que los tiempos son distintos en cada persona y en cada proceso. Algunos intentarán huir de su proceso, algunos lo van a abandonar, otros se van a esconder y nuestras exigencias podrían no ayudar. Aunque pensemos que es lo correcto, podríamos terminar entorpeciendo todo y prolongando aún más las cosas.

5. Espera cada día avances en los resultados. Para nada esto quiere decir que habrá resultados cada día, pero digamos que externamente no siempre se ven, pero confiemos en Dios que es quien da la sanidad, porque la sanidad es de adentro hacia afuera.

6. Omite comentarios hirientes. Para una persona que atraviesa un proceso de sanidad, es muy doloroso escuchar frases como "Te ves más gordo/a", "Arréglate, te ves muy fea/o", "Eres bien cochino/a". Créeme, ellos y ellas lo están intentando todos los días, pero el ánimo o la conciencia están tan agotados que lo último que quieren es saber si se ven bien o no. Al final, todo esto son señales de que algo no anda bien en ellos.

7. Se asertivo/a. Básicamente, la asertividad es el arte de saber comunicar lo que no es tan grato de modo que sea bien recibido. No es lo mismo decir: "Eres un bueno para nada, nunca quieres hacer nada, flojo/a", etc., a decir algo como: "Considero que eres una persona talentosa, trabajadora y diligente, pero últimamente te has descuidado y no has cumplido como debe ser con tus responsabilidades". Otro ejemplo, no es lo mismo decirle a una chica: "Eres bien fodonga y andas toda fea" a decirle: "Eres una mujer muy atractiva, pero últimamente no has cuidado tu aspecto y no te hace resaltar lo que realmente eres".

La asertividad es una herramienta que permitirá que cualquier persona reciba de una mejor forma aquello que puede ser una verdad cruda, dicha con amor.

Sin duda, hay muchas formas de ser apoyo a aquellos que viven un proceso. Podemos hacer una larga lista de acciones para ayudar, pero hasta aquí la voy a dejar para cerrar con lo siguiente.

Ser las personas adecuadas para alguien que está viviendo un proceso de sanidad va a requerir desprenderse de uno mismo. Todo se resume en AMAR. El amor va a ser la brújula y la estrategia infalible para lograr todo lo anteriormente mencionado, pero amar como Dios nos ama a nosotros, sin condición, sin pretensión, el amor que se describe en Corintios. Para eso, necesitamos estar llenos del Espíritu Santo, pues son sus frutos los que necesitamos: amor, gozo, paz, benignidad, templanza, mansedumbre, paciencia y bondad.

Por lo tanto, si tú anhelas ver un cambio significativo en tus hijos, cónyuge, amigos, compañeros de trabajo, mientras ellos atraviesan un proceso de sanidad, vas a comenzar por cambiar tú, ya que es donde tienes autoridad, en ti mismo y nada más. Cuando tu interior cambia, salpica a todo tu alrededor y todo el que te rodea es afectado, pero de forma positiva.

Oremos hoy y pidamos al Espíritu Santo que nos llene. Así sabremos que vamos camino a ser las personas correctas para nuestro entorno. Seremos como árboles que no se secan, que dan fruto, que dan sombra y refugio.

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