Padre he buscado tu rostro y te he encontrado, he invocado tu nombre y me has oído, necesité de ti y me tuviste entre tus brazos.
Pero de nuevo me he hayado en lugares extraños, donde no estás tu, me he visto envuelto de deseo en mi cuerpo y deje de escuchar tu voz para obedecer la de alguien más.
Padre, sólo he escuchado mi voz y mis propios consejos me llevaron a donde no estabas tu, donde reina el deseo carnal y nada parece ser suficiente.
El cuerpo no se sacia de recibir placer, aún cuando esto atenta contra si mismo, siempre quiere más, mucho más.
Por eso de nuevo clamó a ti, a tu perdón y a tu fortaleza, pues he puesto mi petición de manera egoísta delante de ti y deje mi escudo en el suelo creyendo ser fuerte.
Pero sólo tu, oh Dios, eres quien me da la fortaleza para levantarme y vencer, para seguir en la lucha que es la vida todos los días.
Confío en tu palabra, creo en tus promesas, recibo tu perdón y tu corrección, pero sobre todo recibo tu inagotable amor, que es lo que sostiene mi vida.
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